martes, 23 de noviembre de 2010

louise isabel

Y esa noche de luna llena, se emborracha tanto, que no la dejan entrar al boliche.
Aquel veneno corre por sus venas, extasiada se sienta en el cordon de la calle
y de repente aquel mundo frenético se le viene abajo, su risa se apaga invadida por un mareo insoportable. Antes de dejarla sola con sus pensamientos, un amigo le presta una campera.
Inútil, si abrigarse no le interesa en lo absoluto. Donde ella esta ahora, ningún abrigo puede protegerla del frío. Mira con lastima al vacio, no esta pensando en nadie, tan solo se compadece de si misma.
Esta vencida, se dejo vencer... Da igual.
Todos entienden; una borrachera, nadie la entiende a ella.
Esta muerta de miedo, porque donde se encuentra ahora nadie la puede alcanzar.
Se fué más allá de si misma a pesar de lo ensimismada que esta. Reflexiona desde la locura. Gritos agudos hacen eco en su cabeza, arranques de furia, violencia irrepresible, memorias de impotencia.
Sino pudo salvar esa situación ¿Cómo va a poder salvarse a si misma?
Su corazón creció débil, su fortaleza se vino abajo, ya no tiene ganas de luchar, se rindió.

lunes, 15 de noviembre de 2010

cuentacuentos

Como lo habia hecho desde que tenía memoria, aquella noche se halló a si misma narrando en su cabeza a la par de los hechos que sucedían a su alrededor; una especie de narrador omnisciente testigo de una historia manchada por una infinidad de tragedias intermitentes a las que ya se había acostumbrado.
Vivía y sentía con el resto de los personajes a diario, pero por alguna razón estaba mas allá... Invisible a los conflictos y a la indiferencia que la rodeaba, un fantasma de lo que solía ser. Con frecuencia se preguntaba ¿Porqué dramatizaba la historia de aquella manera? Quizás prefería creer que su vida era eso, una novela cuyo final feliz se había retrasado un poco.

martes, 9 de noviembre de 2010

Aquel sentimiento del que me hablaba con tanta pureza, no tenía nombre.
Mientras mis ojos se iluminaban de asombro, escuché como narraba la historia de la pasión real más sútil y perfecta que jamás había oido.
Era simplemente maravillosa aquella admiración carente de deseo egoista que decía sentir por una de las personalidades más interesantes que teníamos en común. Casi le envidie aquella capacidad de apreciar, como a una obra de arte, aquel secreto que se le había revelado por casualidad, una noche turbia hacia tan solo unos meses. Una persona tan espiritual, una perspectiva fascinante, intrigante el sentir que iba más alla de mi comprensión.

viernes, 5 de noviembre de 2010

no se puede vivir con tanto veneno

Cuando algo sea "demasiado bueno para ser cierto", probablemente lo sea.
Desconfia si hay tanta codicia.

¿Acaso tanto no es suficiente?
Para algunas personas, simplemente no. Es tan fácil engañar a los eternos apasionados que
se dejan llevar por emociones fuertes... Tomar una chance no siempre sale bien.
Tal vez la próxima vez lo piense dos veces antes de decir; "solo por esta vez...". 
Más seguramente no ¿Se aprende a los golpes ? En mi caso tantas cicatrices impuestas no significan nada sino resentimiento hacia un mundo lleno de gente tan egoista, que asco. 
Una mañana despertar, y salir afuera, notar tanta gente ensimismada en deseos vacios de enriquecerse a costa de los sueños de algunos mas simples. Prefiero quedarme en casa, aislarme de esa sociedad tan absurda...
Que hipócrita. Se que esa no es la respuesta. A veces, me vence la indignación.


lunes, 1 de noviembre de 2010

meeting 2

Lunes por la tarde, nos reunimos, nos encontramos, nos confrontamos de nuevo. Había pasado casi un mes desde que no los veía cara a cara. Cebe unos mates mientras miraba a mis acompañantes de siempre, aquella mujer por primera vez se veía desconcertada, como aterrada de haber perdido su imponente presencia de la noche a la mañana, el delineador corrido casi como si hubiera estado llorando… Imposible, esa mujer no flaqueaba, seguramente se trataba de alguna resaca, pensé. El viejo estaba igual, quizás algo más pálido, sonreía con amargura, como resignado a aquella vida de ceder constantemente.
El silencio era morboso, nunca habíamos estado tan callados, era casi ensordecedor, figuradamente claro está, nadie se atrevía a hablar. Era la incertidumbre. Ninguno sabía qué diablos era lo que pasaba, estábamos adentrandonos en terreno desconocido. Intenté iniciar el debate usual pero las palabras rehuían, no había nada que discutir si las cartas ya estaban repartidas.
El viejo me tomo la mano y me sonrió, como consolándose.
Ella, aburrida, hizo una mueca de asco. Se sentía traicionada por el azar, por primera vez se había equivocado, por primera vez le afectaba que nadie en aquella junta estuviera de acuerdo con su pronóstico. Sin embargo seguía firme; no iba a admitir una deducción errónea ni aunque todo le demostrara lo contrario. Iba a esperar que esas cosas del destino, le devolvieran lo que era suyo por correspondencia, la razón, confiaba en que tarde o temprano se iba a cometer ese error una vez más. Me dedicó una mirada neurótica acompañando unas palabras de desaliento que rompieron aquel clima tan desagradable, solo para empeorarlo un poco más, típico de ella. Como intentando destruirme con veracidad, me remarcó una verdad que sabía era innegable, haciéndome recordar. Sin duda, sabía cómo herirme, siempre tan baja. Muchas veces me preguntaba qué es lo que hacía ella aquí, si solo lastimaba ¿En qué nos beneficiaba? Y al instante reconocía que ella era la cruda verdad, la que nos acercaba a la realidad con violencia, si cortaba era para evitar alguna que otra intervención mayor, no se guiaba por sentimientos sino por mera frialdad y planeamiento, no sufría más que por sí misma, era un escudo al exterior, intocable.
No supe que decirle. El viejo comenzó a reírse a carcajadas: -No creí vivir para ver esto- me dijo, parecía verdaderamente divertido: -La mujer de hielo tiene miedo-. La otra se horrorizó al oír esas palabras y le contestó: -¿Tan anciano estas que deliras?- Me pregunté entonces si es que el viejo tenía razón.
-No tiene nada de malo temer, si eras tan solo una niña en un juego que se le fue de las manos-. Ella lo empezó a insultar enfurecida, la había provocado, había dudado de su reputación, luego se levantó y se marchó enfurecida.
“¿Aquel glaciar se derretía?”- me cuestioné. Èl sonreía satisfecho, hacía mucho que no lo veía hablando con tanta sabiduría.